7/12/10

Frío frío...caliente caliente (ParteIII)

En el malecón y sobre el pasto empezamos a temblar. La fría brisa del mar se ha convertido en cómplice de la noche y sugiere que un abrazo es el remedio más mañuco para darnos calor. Ella sigue temblando pero no dice nada. Sólo fuma y mira el mar negro que a los lejos aparece con pinceladas blancas que vienen y van. El niño bueno en su máxima expresión no sabe que carajos hacer. No atina a nada y balbucea un "¿tienes frío?" Ella no lo ha escuchado. O tal vez no ha querido escucharlo. Lo único cierto del momento es que ella a pesar del frío no cubre sus pechos y ha retrocedido un poco el cuerpo de modo que el niño bueno pueda asomar sus ojos por el escote.

El niño malo ya cavila varias posibilidades y se ve con el brassiere en la boca y las manos palpando nuevos territorios. El niño bueno aún no decide si voltear a la izquierda y clavar los ojos en las tetas de esa niña mujer o voltear a la derecha y ver a la pareja arrecha que se besa y mete mano a vista de todos. Para el niño malo no hay problema. Las muestras de calentura a esa hora y bajo el cobijo de la noche es otra excusa para tentar al niño bueno, para convencerlo que sí se puede, que hay más parejas arrechonas que flores en ese parque y que es justo y necesario darle rienda suelta a esa erección que empieza a notarse cuando su cuello gira lentamente a la izquierda para darse cuenta que ella ha estado midiendo con la mirada el crecimiento del bulto entre las piernas del niño bueno. Si sus miradas quemaran, pedirían hielo para el bra y otro para el boxer.

Una mano ha botado el pucho y otra se arrastra por el pasto sigilosamente. Dedo por dedo trepan una pierna temblorosa hasta apoderarse de ella por completo. La respiración del niño bueno se acelera, siente como sus manos flotan como por un encantamiento extraño y empiezan a tantear en la oscuridad una espalda que no logra alcanzar. Las miradas recorren los cuerpos y las manos también. Un viento helado los golpea en los rostros y rompe el hechizo advirtiéndoles que están a la intemperie y que detrás de ellos un serenazgo tose anunciando su presencia.

-Buenas noches, buenas noches jovencitos...La vergüenza también es una virtud- dice el serenazgo con tono solemne.
-Sólo estamos conversando -responde la niña buena algo avergonzada.
-Está bien está bien...En ese caso la gratitud también es una virtud -replica.

Con cinco soles menos en el bolsillo, veo como el serenazgo se pasea por esa porción de malecón repitiendo lo de la gratitud al resto de parejas.

Abrázame que tengo frío dice ella y el niño bueno bajo la influencia del malo la abraza por detrás pasando sus manos por encima de sus friolentos pechos. La erección sigue vigente y ella apreta su espalda para ,cual lobo feroz, "sentirlo mejor".

Una vez más el silencio entre los dos y el ruido del mar de fondo.

De la nada, directa y concisa ella dice: "Vamos a mi casa"