Finalmente se fue y entramos a un cuarto. Un cuarto calato. Era el cuarto de la empleada que se había ido de viaje a provincia. Ella se fue y regresó a los cinco minutos con una botella de vodka, hielo y un par de vasos. El vodka es mi criptonita. Lo descubrí muy temprano en la época del cole. Pero trago es trago y no se le hace ascos. Nos soplamos media botella mientras conversábamos. Para el momento en que comenzamos a besarnos yo ya la veía mucho más linda y más putona. Sin embargo, tenía cara de bebe y el niño malo dejó que el niño bueno se haga cargo.
En el clímax de los besos y paleteadas, el niño bueno le preguntó algo tímido si hacía orales. Me miró durante cinco segundos haciéndome suponer que la había cagado preguntando eso. Luego dio una sonora carcajada que me obligó a taparle la boca. Me empujó a la cama y empezó a bajarme el cierre. Ya sabemos lo que pasó toda esa noche. Al día siguiente muy temprano, desperté intentando hacer el menor ruido posible para irme. Salí de la cama a buscar mi boxer y oh sorpresa, no estaba por ninguna parte. Ella tosió dos veces y me dijo "Estás buscando esto", con el boxer colgando de su dedo medio. No me dejó ir. Quería un mañanero.
Luego de eso no supe de ella durante un mes. Volvimos a conversar. Esta vez la conversación no era coqueta o caliente. Fue más íntima. Nos dimos cuenta que no sabíamos mucho el uno del otro. Me preguntó mi edad. "Ah, yo 25". "Ah, yo 17", dijo ella. Me quedé mirando la pantalla con los dedos inmóviles sobre el teclado.