Caminamos rumbo a la barra, yo detrás de ella, abriéndonos paso entre la gente. No puedo evitar mirarla de abajo a arriba y de arriba a abajo, deteniéndome en la zonas más oportunas y curvas. Hay demasiada gente, por lo que por ratos nos perdemos y nos volvemos a encontrar, algunas veces detrás de una espalda, otras detrás de nuestras miradas. Lo pienso un segundo y estiro la mano para tomar la suya. Ella voltea y me sonríe. Yo hago una mueca que me sirve de sonrisa y delata mi temor. Su mano es pequeña y suave, y lo compruebo dándole pequeños masajes con mi pulgar. No sé si lo sentirá. Una mano flota entre cuerpos que se mueven al son de una canción de Juan Luis Guerra, y me toma la mano, luego lleva mi cuerpo hacia el suyo y me hace abrazarla por la cintura. -Así no nos perdemos hasta llegar a la barra- me dice pegando su mejilla a la mía y sintiendo el aire que expulsa al decir esas palabras en mi oído.Por un momento pienso que los tequilas están de más y puedo concretar el remember "aquí y ahora". Darle un besito en el cuello que provoque algún cosquilleo hormonal en ella y quizá esperar como respuesta una calentura corporal que nos lleve, no a la barra y si a la cama. En fin, parece haber muchos caminos que tomar, todos con un mismo destino. En tanto pienso y me decido si hacerlo o no hacerlo ahora, llegamos a la barra. Como siempre, entradora ella, le pide una botella de tequila al barman. Se olvido del par de shots, y hoy lo quiere todo. Escondo mi sorpresa en otra mueca y preparamos el limón, la sal y nuestros respectivos vasos. Sentados y listos tomamos el tequila cerrando los ojos y los volvemos a abrir para vernos picaramente mientras chupamos el limón.
Comenzamos a hablar del pasado. Cuando nuestras caminatas se componían de cinco pasos, una mirada y miles de besos, en ese orden y durante todo el trayecto a su casa. O cuando nos reíamos como locos sin razón alguna, hasta que nos dolía la panza y nos tirábamos al piso para acallar nuestras risas en la humedad de un beso. Yo nunca le dije que varias veces caminé de madrugada y borracho hasta su casa, para después regresarme sin haber tocado a su puerta, no se lo dije y tampoco pienso contárselo esta noche. Con cada shot de tekila nuestros temas de conversación se hacen más desinhibidos. Cuarto shot de tequila y mis manos aún frías:
-No sabes como me gustaban tus besos- dice ella totalmente extrovertida y naturalmente.
Me sirvo un shot de tequila más sin despegar mis ojos de ella.
-Digamos que tuve buenas maestras, y por los besos que me dabas, creo que tú también los tuviste- le digo.
-Jajaja. Sí, los tuve. Pero yo no repaso lecciones con ellos como tú lo sigues haciendo con tus profes.
-Celosa? Picona? En todo caso, mis lecciones no se limitaron a los besos y creo que hoy puedo tentar un puesto para profesor, jajaja- le digo cachoso, egocéntrico y menos nervioso.
-No puedo decir nada porque nunca probamos hacerlo- me dice. -Recuerdas cuando estuvimos a punto de hacerlo en mi cuarto- recuerda nostálgica.
-Te dije que si no estabas segura, normal, no lo hacíamos. En esa época era un huevón no?, jajaja.
-No, eras lindo.
-Osea que ahora no lo soy?
-Hasta ahora me estás demostrando ser un pendejo. Me tomas de la mano, me traes a tomar tequila, me haces recordar el pasado. Crees que no sé que pretendes un remember?
Me toma por sorpresa, me contagia su palidez y me reduce al tamaño de un microbio. No sé que pensar, pero no me lo ha dicho molesta, ni seria. Solo lo dijo y me miró directo a los ojos. Rebuscando en su mirada y tratando de descifrarla, descubro que sigo siendo un huevón y ella sigue siendo una pendeja. Pendeja, pero linda y tierna como siempre.
