11/4/15

El Tunche Loco (Sobre un viaje caliente a la selva o sobre un viaje a la caliente selva Parte II)

Salí del hotel bastante tranquilo. Ecuánime. Sin hacerme idea alguna sobre lo que podría ocurrir esa noche. Toda la tarde hizo un calor que se te metía en los huesos. Asumo que esa sensación era la responsable de la calidez de los tingaleses y sobretodo la de Jimena, aquella noche, en aquel bar, en aquella mesa, frente a mi.

Era inevitable usar ropa bastante ligera y Jimena la llevaba tan natural como una segunda piel. Tomó un sorbo de su chilcano y "ay, Martincito, no sabes cómo me has sorprendido", decía mientras me desarmaba con ese acento selvático en el que la entonación sube y baja diez veces en una sola palabra. Un bar en una ciudad en la que nunca había estado, con una chica a la que casi no conocía, tomando un trago local y desconocido para mi llamado "Tunche Loco", y ese acentito...me dejaba en la nada, perdido, sin saber muy bien hacia que dirección apuntar con mis palabras o gestos. Decidí no hacer esfuerzo alguno y relajarme. Encontré un vientecillo fresco dentro de la ola de calor de aquella noche, me subí y me dejé llevar. Me recosté en el respaldar de la silla, crucé las piernas y me dediqué a escuchar las historias que Jimena tenía para mi, mientras acababa en dos minutos el "Tunche Loco" y pedía otro más.

La "vejez" me ha permitido descubrir que si me concentro en beber, todo lo demás fluye naturalmente. Lo sé, es mal consejo. Pero en esta etapa -que ya está muriendo- me funciona a la perfección. Aquella fue una de las primeras veces y como todas primeras veces se hace de manera torpe. Felizmente, Jimena no se dio cuenta que solo me concentraba en alcoholizarme. Ella siguió conversando alegremente al aire, haciendo muchos gestos, pintándome en un lienzo imaginario la historia de su novio convenciéndola de hacer un trío con su amigo. Luego estaba yo, mirándola desde una esquina de mis pensamientos, lejos, muy chiquita, gesticulando graciosamente. Todo esto mientras recordaba que no me había vacunado contra la fiebre amarilla, como se recomendaba hacerlo antes de un viaje a la selva.

Desperté de mis divagaciones sobre el Aedes aegypti -mosquito de la fiebre amarilla- cuando escuché un "¿Vamos a la Cabañita?" La Cabañita era una discoteca que quedaba a unos 50 metros y que según me contó Jimena era utilizado para lavar dinero del narcotráfico. El lugar no era muy diferente a una discoteca tipo "El Pizzotón" en la calle de las pizzas. No vayan.

Esos cincuenta metros los caminamos ella, yo y su moto mientras me contaba a que ritmo se movía realmente la ciudad. Llovía y mucho. Los locales caminaban como si nada pasase, mojados, acostumbrados a que llueva de esa manera. Los turistas que no estábamos familiarizados con ese clima recibíamos el "duchazo" con sorpresa y alegría. El calor se disipaba poco a poco. Estacionó la moto, saludó al bouncer y estiró la mano para que entráramos juntos.








9/8/13

Yaquechu (Sobre un viaje caliente a la selva o sobre un viaje a la caliente selva Parte I)

Cuando le mandé el mensaje de texto pensó que era broma. Ya se la había hecho algunas veces y el siguiente mensaje era un largo "jaaaaaaaaaa, mentira". Debe ser esa cosa juguetona y cruel que tengo, dependiendo a quién se dirija. Siempre sin malas intenciones. Eran las siete de la mañana cuando llegué. Andaba con la espalda hecha mierda por el viaje de ocho horas en un bus sin asiento 180 grados. Mi espalda se podía ir a la mierda realmente, porque había valido la pena dejar Lima la horrible, atravesar los andes y ver como poco a poco el verde reemplazaba a la nieve, las rocas y los cerros calatos.

Allí estaba yo, una maleta, una mochila y el desconcierto de estar en una ciudad en la que nunca había estado. La emoción/miedo de un primer viaje solo también. Y la emoción/excitación de ver a una chica después de algunos años.

Cuando Jimena leyó el mensaje de texto sonrió juguetona pensando que era uno de mis típicos mensajes. Y cuando estaba por escribirle "Eres puro floro Martincito, jajaja", recibió otro. "Esta vez no es broma, estoy en el terminal con mis maletas sudando como chancho". 

Cómo había decidido hacer el viaje unas horas antes, no tenía idea donde alojarme. Caminé y caminé bajo el sol de Tingo María buscando algún lugar decente. Pobre pero honrado tal vez. Una opción era entrar, preguntar, ver y de acuerdo a eso hacer una valoración bonito/barato. La otra era seguir por el camino de la improvisación y simplemente adivinar y esperar que era lo que buscaba. La opción uno implicaba decir "ah ya, gracias", si no me gustaba el hotel o si el precio me iba a obligar a recortar presupuesto en las salidas de las noches. Con mi presupuesto para el trago nadie se mete, así que elegí la opción yaquechucha y después de media hora de hacer tin marin de do pingüe, elegí uno llamado "La Noche". Tenía nombre de bar y tal vez fue mi subconsciente quién lo eligió. Yo, en adelante, le llamaría hotel "Yaquechu", en honor al viaje. 

El hotel Yaquechu no tenía habitaciones simples disponibles, solo dobles. Intuí un poquito que me querían estafar viéndome cansado y con cara de yaquechucha. Todo en mi señalaba que iba a aceptar y así fue. No era un hotel feo. La habitación me recibió con sus dos camas y canales de televisión porno. Feliz como perro con dos colas me eché en la cama y mi teléfono sonó.

-"Martincito, en serio estás en Tingo? -dijo con ese dejo de la selva que me pone a hervir la sangre.
-No, la verdad es floro. Solo lo hice para emocionarte- mentalmente le guiñé un ojo.
-Eres malo. Yo que pensaba salir esta noche contigo. Iba a estar en mode chica fácil. - replicó coqueta y luego soltó una risita.
-Ya. Hoy a las ocho de la noche entonces. Yo también estoy en mode chico fácil.

No respondió en los siguientes cinco segundos. 

25/6/13

Las apariencias engañan (Final)

Cual ninja corrí y me oculté detrás de una pared. Ella se quedó inmóvil. En la misma posición que la había dejado. Floreó bonito a su hermano y él se fue. El camino hacia el tercer piso estaba lleno de obstáculos. Obstáculos de carne y hueso, porque en el último piso había un tipo que hablaba por teléfono e iba y venía. Nosotros ocultos una vez más, agachados solo esperábamos. Pero la espera desespera y para matar el estrés nos íbamos metiendo mano mientras el tipo le pedía perdón a su novia.

Finalmente se fue y entramos a un cuarto. Un cuarto calato. Era el cuarto de la empleada que se había ido de viaje a provincia. Ella se fue y regresó a los cinco minutos con una botella de vodka, hielo y un par de vasos. El vodka es mi criptonita. Lo descubrí muy temprano en la época del cole. Pero trago es trago y no se le hace ascos. Nos soplamos media botella mientras conversábamos. Para el momento en que comenzamos a besarnos yo ya la veía mucho más linda y más putona. Sin embargo, tenía cara de bebe y el niño malo dejó que el niño bueno se haga cargo. 

En el clímax de los besos y paleteadas, el niño bueno le preguntó algo tímido si hacía orales. Me miró durante cinco segundos haciéndome suponer que la había cagado preguntando eso. Luego dio una sonora carcajada que me obligó a taparle la boca. Me empujó a la cama y empezó a bajarme el cierre. Ya sabemos lo que pasó toda esa noche. Al día siguiente muy temprano, desperté intentando hacer el menor ruido posible para irme. Salí de la cama a buscar mi boxer y oh sorpresa, no estaba por ninguna parte. Ella tosió dos veces y me dijo "Estás buscando esto", con el boxer colgando de su dedo medio. No me dejó ir. Quería un mañanero. 

Luego de eso no supe de ella durante un mes. Volvimos a conversar. Esta vez la conversación no era coqueta o caliente. Fue más íntima. Nos dimos cuenta que no sabíamos mucho el uno del otro. Me preguntó mi edad. "Ah, yo 25". "Ah, yo 17", dijo ella. Me quedé mirando la pantalla con los dedos inmóviles sobre el teclado. 

17/5/13

La entrada al paraíso/infierno (Parte V)

Llegamos a una casa de tres pisos. El objetivo es llegar a la terraza. Para ello hay que atravesar escaleras, puertas, miradas y más. La recompensa: probar las mieles de la niña mala. Ella lo mira con complicidad y picardía. Abre la primera puerta. Una ventana grande con las cortinas cerradas le da tranquilidad al niño bueno. El niño malo está arrecho y no es buena idea soltarlo aún. Podría correr calato hasta la terraza en 34 segundos. Cargando en la espalda a la niña mala y gritando que hoy rompen el catre. Pero claro, existe el riesgo que su hermano, en el segundo piso los ampaye y el niño malo se quede sin tire y sin huevos. Lo mejor es que el miedo del niño malo haga el trabajo. Sigiloso. Precavido.

Un Honda Civic blanco sirve como trinchera y avanzan lentamente hacia la escalera externa que los lleva al segundo piso. Allí, agachada, el jean de la niña mala deja entrever una tanga roja y perversa. "Jalale la tanga webon", reclama el niño malo. El niño bueno, que por ende es quedado y bastante maricueca, prefiere mirar a otro lado, mientras siente que el boxer se le humedece. La niña mala se ha dado cuenta y saca más el culito a medida que avanza. Culito de cariño nada más. Porque lo cierto es que se ha desarrollado bastante bien. El niño malo agradece a las manos que la moldearon antes e insiste con lo de jalarle la tanga.

Llegan a las escaleras y ella hace que el niño bueno la agarre desde atrás y la tome por las caderas. Ya desde el colegio una enamoradita le decía que tenía manos matapasiones. Demasiado frías. Para la niña mala no es problema.

-Martin, tienes las manos heladitas -dice ella con tono maternal.
-Siempre las tengo así, sorry -dice él avergonzado.
-Espero que solo las manos las tengas frías - lanza la malísima.

Mientras dice esto último, ella decide calentar un poco las manos del niño bueno. Las toma fuerte y empieza a frotarlas contra sus bien ponderadas carnes posteriores. El niño malo toma control de la situación y se acerca a su oído para decir: "Ahora ya están más calentitas, siente" e introduce la mano derecha -con alguna dificultad- por debajo de su jean. Ella responde metiendo la mano debajo del polo del niño malo.

Siempre bastante imaginativo, soñador y pipiléptico, el niño malo le ha dejado de tarea a su cerebro buscar la pose que más se acomode para tirar en una escalera. Recurre a su archivo mental-caliente y recuerda un par de veces previas en que el amor lo sorprendió de subida.

Para que nadie se lastime las rodillas, parece ser que la mejor opción es el doggy style. Entre besos en el cuello y arrimadas de piano, su mano ha pasado de atrás hacia delante buscando indicios de humedad. La calentura siempre nubla, bloquea cualquier otro pensamiento para enfocarse en el objetivo. Solo un agente externo puede arrastrarte del marasmo a la realidad.

Escuchan una puerta abrirse.

-Me dijiste que tu hermano estaba en tu casa? -dice el niño bueno haciéndose la pichi mentalmente.


15/1/13

Disquisiciones mentales (Parte IV)

La última frase de ella ha escapado de sus labios tan velozmente que el niño bueno no ha tenido capacidad de reacción ni tiempo de asimilarlo. Para él, es demasiado regalo. Y aunque le pasa constantemente -no querer nada y conseguir todo-, aún no aprende a dar el siguiente paso. Felizmente para sus intereses, el niño malo siempre acude a su rescate y él no deja nada a medias. Y están ahí, sentados frente al mar en una oscura noche de verano con el viento fresco dándoles en la cara y la calentura guardada debajo de la ropa. Ella repite esta vez con mayor decisión "vamos a mi casa". En la frente se ha colocado el cartel de "hazme tuya" y el niño bueno, pánfilo, ingenuo y por qué no decirlo, cojudo, alcanza ver el cartelito en la frente, pero en su mente dice "hace frío, quiero ir a mi casa". Con un ánimo completamente desahuevante, el niño malo le aplica un lapo mental al niño bueno -sueña con el día en Trunks y Goten le enseñe a hacer la fusión. Solo ha sido un golpe. No ha decidido ponerse los chimpunes y entrar a la cancha. Hoy es el DT. Su púpilo es pésimo, lo sabe. Pero siempre, de una u otra manera, obtiene lo que el niño malo por sí solo no podría. Ellos se complementan y no podrían vivir el uno sin el otro. -Mira weboncio. Veo que no harás ni mierda. Así que te iré diciendo qué tienes que hacer si hoy te quieres levantar a esta malcriada -lanza el niño malo canchero. El plan está hecho. Mal. Esta niña buena es mala también. Ella hace los planes. Ella sabe lo que quiere. Esta noche el niño bueno será suyo.

7/12/10

Frío frío...caliente caliente (ParteIII)

En el malecón y sobre el pasto empezamos a temblar. La fría brisa del mar se ha convertido en cómplice de la noche y sugiere que un abrazo es el remedio más mañuco para darnos calor. Ella sigue temblando pero no dice nada. Sólo fuma y mira el mar negro que a los lejos aparece con pinceladas blancas que vienen y van. El niño bueno en su máxima expresión no sabe que carajos hacer. No atina a nada y balbucea un "¿tienes frío?" Ella no lo ha escuchado. O tal vez no ha querido escucharlo. Lo único cierto del momento es que ella a pesar del frío no cubre sus pechos y ha retrocedido un poco el cuerpo de modo que el niño bueno pueda asomar sus ojos por el escote.

El niño malo ya cavila varias posibilidades y se ve con el brassiere en la boca y las manos palpando nuevos territorios. El niño bueno aún no decide si voltear a la izquierda y clavar los ojos en las tetas de esa niña mujer o voltear a la derecha y ver a la pareja arrecha que se besa y mete mano a vista de todos. Para el niño malo no hay problema. Las muestras de calentura a esa hora y bajo el cobijo de la noche es otra excusa para tentar al niño bueno, para convencerlo que sí se puede, que hay más parejas arrechonas que flores en ese parque y que es justo y necesario darle rienda suelta a esa erección que empieza a notarse cuando su cuello gira lentamente a la izquierda para darse cuenta que ella ha estado midiendo con la mirada el crecimiento del bulto entre las piernas del niño bueno. Si sus miradas quemaran, pedirían hielo para el bra y otro para el boxer.

Una mano ha botado el pucho y otra se arrastra por el pasto sigilosamente. Dedo por dedo trepan una pierna temblorosa hasta apoderarse de ella por completo. La respiración del niño bueno se acelera, siente como sus manos flotan como por un encantamiento extraño y empiezan a tantear en la oscuridad una espalda que no logra alcanzar. Las miradas recorren los cuerpos y las manos también. Un viento helado los golpea en los rostros y rompe el hechizo advirtiéndoles que están a la intemperie y que detrás de ellos un serenazgo tose anunciando su presencia.

-Buenas noches, buenas noches jovencitos...La vergüenza también es una virtud- dice el serenazgo con tono solemne.
-Sólo estamos conversando -responde la niña buena algo avergonzada.
-Está bien está bien...En ese caso la gratitud también es una virtud -replica.

Con cinco soles menos en el bolsillo, veo como el serenazgo se pasea por esa porción de malecón repitiendo lo de la gratitud al resto de parejas.

Abrázame que tengo frío dice ella y el niño bueno bajo la influencia del malo la abraza por detrás pasando sus manos por encima de sus friolentos pechos. La erección sigue vigente y ella apreta su espalda para ,cual lobo feroz, "sentirlo mejor".

Una vez más el silencio entre los dos y el ruido del mar de fondo.

De la nada, directa y concisa ella dice: "Vamos a mi casa"


13/8/10

She's got the power (ParteII)

Es la primera vez que la veo. Al menos en persona. Algunas travesuras por el chat ya sirvieron a modo de calentamiento, pero ya no más. El monitor no pudo más y nuestros cuerpos tampoco, pero ahora, frente a frente, algo cambia. Niño malo, por qué te ocultas? Niño malo, ella es como tú, no le teme a nada, siempre va al frente sin importarle con que chocará y dime ahora...dónde estás? Ha huido inmediatamente cuando se ha dado cuenta que, a diferencia de él, no tiene un lado opuesto. Aquel polo donde puede ir a cargar energías para una nueva embestida. Ella no, ella es solamente mala y traviesa y perversa, y su aparente inocencia sólo es un disfraz para engañar a sus presas. Algo cambia he dicho y eso no es todo. Cambia también su apariencia, no parece la mujer que se desnuda frente a la cámara en madrugadas vaporosas. No es la misma que escribe bajo su ropa interior mensajes ocultos para ti. Ahora es casi una adolescente. No puedo adivinar su edad, tampoco quiero saberla, pero estoy seguro de que mintió al decir que tenía 20 años.

Su sonrisa ha originado que el niño malo huya despavorido. El reemplazo natural es el niño bueno que ha quedado desbaratado cuando ha visto que sus labios se han despertado al mirarlo y dibujan una U ligeramente inclinada a la izquierda. Sus ojos, vestidos de inocencia miran hacia abajo y luego hacia arriba para fulminar al niño bueno. Y ahora qué vas a hacer niño bueno? Mirar el escote y salivar no es una buena idea.

-Hola, qué tal?- dice el niño bueno visiblemente nervioso y estampa un beso en la mejilla de ella.
-Hola. Con mucho frío por tu culpa. Estuve esperando media hora- dice ella con una molestia fingida.

Ella no tiembla a pesar del escote que se prolonga a profundidades aún no descubiertas...aún. El frío es un pretexto, una estrategia, pero el niño bueno no se atreve a decirle "¿Quieres mi casaca?" Se sienta y conversan un rato. No sabe cómo pero aquella persona le inspira confianza y lo ha hecho hablar naturalmente, sin disfuerzos, sin detenerse un momento a pensar en el próximo tema de conversación. Todo fluye y el niño bueno le ha dicho que sería buena idea caminar, encender un cigarrillo y dejar que sus pasos los lleven a cualquier lugar.

El niño malo sólo se asoma cuando ella no lo mira y está entusiasmada contándole sus planes futuros mirando a la nada. Sabe o cree que sólo es una estrategia, pero es peor aún. Ella es así, es por naturaleza una cazadora y aún no lo ha descubierto...o tal vez sí? El niño bueno se siente bien a su lado y sin darse cuenta han llegado al malecón.

-Quiero ver el mar mientra fumo un cigarro- dice la niña que no es buena ni mala y las dos a la vez.

Él va sumiso y no lo siente, pero ha empezado a crecerle una cola muy delgada, unas pequeñas orejas puntiagudas y se le ha antojado un roquefort. Tampoco lo sabe, pero aquel cigarro no lo es. El papel es en realidad plata y oro combinados en una flauta que con cada aparente bocanada de humo, despide un sonido que lo atrapa y arrastra hacia donde ella lo indique.

Ella no necesita de todo aquello. Le basta con ser ella. Sabe que tiene el poder y para asegurarse descubre un poco más sus pechos y admira su escote.