17/5/13

La entrada al paraíso/infierno (Parte V)

Llegamos a una casa de tres pisos. El objetivo es llegar a la terraza. Para ello hay que atravesar escaleras, puertas, miradas y más. La recompensa: probar las mieles de la niña mala. Ella lo mira con complicidad y picardía. Abre la primera puerta. Una ventana grande con las cortinas cerradas le da tranquilidad al niño bueno. El niño malo está arrecho y no es buena idea soltarlo aún. Podría correr calato hasta la terraza en 34 segundos. Cargando en la espalda a la niña mala y gritando que hoy rompen el catre. Pero claro, existe el riesgo que su hermano, en el segundo piso los ampaye y el niño malo se quede sin tire y sin huevos. Lo mejor es que el miedo del niño malo haga el trabajo. Sigiloso. Precavido.

Un Honda Civic blanco sirve como trinchera y avanzan lentamente hacia la escalera externa que los lleva al segundo piso. Allí, agachada, el jean de la niña mala deja entrever una tanga roja y perversa. "Jalale la tanga webon", reclama el niño malo. El niño bueno, que por ende es quedado y bastante maricueca, prefiere mirar a otro lado, mientras siente que el boxer se le humedece. La niña mala se ha dado cuenta y saca más el culito a medida que avanza. Culito de cariño nada más. Porque lo cierto es que se ha desarrollado bastante bien. El niño malo agradece a las manos que la moldearon antes e insiste con lo de jalarle la tanga.

Llegan a las escaleras y ella hace que el niño bueno la agarre desde atrás y la tome por las caderas. Ya desde el colegio una enamoradita le decía que tenía manos matapasiones. Demasiado frías. Para la niña mala no es problema.

-Martin, tienes las manos heladitas -dice ella con tono maternal.
-Siempre las tengo así, sorry -dice él avergonzado.
-Espero que solo las manos las tengas frías - lanza la malísima.

Mientras dice esto último, ella decide calentar un poco las manos del niño bueno. Las toma fuerte y empieza a frotarlas contra sus bien ponderadas carnes posteriores. El niño malo toma control de la situación y se acerca a su oído para decir: "Ahora ya están más calentitas, siente" e introduce la mano derecha -con alguna dificultad- por debajo de su jean. Ella responde metiendo la mano debajo del polo del niño malo.

Siempre bastante imaginativo, soñador y pipiléptico, el niño malo le ha dejado de tarea a su cerebro buscar la pose que más se acomode para tirar en una escalera. Recurre a su archivo mental-caliente y recuerda un par de veces previas en que el amor lo sorprendió de subida.

Para que nadie se lastime las rodillas, parece ser que la mejor opción es el doggy style. Entre besos en el cuello y arrimadas de piano, su mano ha pasado de atrás hacia delante buscando indicios de humedad. La calentura siempre nubla, bloquea cualquier otro pensamiento para enfocarse en el objetivo. Solo un agente externo puede arrastrarte del marasmo a la realidad.

Escuchan una puerta abrirse.

-Me dijiste que tu hermano estaba en tu casa? -dice el niño bueno haciéndose la pichi mentalmente.


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