9/8/13

Yaquechu (Sobre un viaje caliente a la selva o sobre un viaje a la caliente selva Parte I)

Cuando le mandé el mensaje de texto pensó que era broma. Ya se la había hecho algunas veces y el siguiente mensaje era un largo "jaaaaaaaaaa, mentira". Debe ser esa cosa juguetona y cruel que tengo, dependiendo a quién se dirija. Siempre sin malas intenciones. Eran las siete de la mañana cuando llegué. Andaba con la espalda hecha mierda por el viaje de ocho horas en un bus sin asiento 180 grados. Mi espalda se podía ir a la mierda realmente, porque había valido la pena dejar Lima la horrible, atravesar los andes y ver como poco a poco el verde reemplazaba a la nieve, las rocas y los cerros calatos.

Allí estaba yo, una maleta, una mochila y el desconcierto de estar en una ciudad en la que nunca había estado. La emoción/miedo de un primer viaje solo también. Y la emoción/excitación de ver a una chica después de algunos años.

Cuando Jimena leyó el mensaje de texto sonrió juguetona pensando que era uno de mis típicos mensajes. Y cuando estaba por escribirle "Eres puro floro Martincito, jajaja", recibió otro. "Esta vez no es broma, estoy en el terminal con mis maletas sudando como chancho". 

Cómo había decidido hacer el viaje unas horas antes, no tenía idea donde alojarme. Caminé y caminé bajo el sol de Tingo María buscando algún lugar decente. Pobre pero honrado tal vez. Una opción era entrar, preguntar, ver y de acuerdo a eso hacer una valoración bonito/barato. La otra era seguir por el camino de la improvisación y simplemente adivinar y esperar que era lo que buscaba. La opción uno implicaba decir "ah ya, gracias", si no me gustaba el hotel o si el precio me iba a obligar a recortar presupuesto en las salidas de las noches. Con mi presupuesto para el trago nadie se mete, así que elegí la opción yaquechucha y después de media hora de hacer tin marin de do pingüe, elegí uno llamado "La Noche". Tenía nombre de bar y tal vez fue mi subconsciente quién lo eligió. Yo, en adelante, le llamaría hotel "Yaquechu", en honor al viaje. 

El hotel Yaquechu no tenía habitaciones simples disponibles, solo dobles. Intuí un poquito que me querían estafar viéndome cansado y con cara de yaquechucha. Todo en mi señalaba que iba a aceptar y así fue. No era un hotel feo. La habitación me recibió con sus dos camas y canales de televisión porno. Feliz como perro con dos colas me eché en la cama y mi teléfono sonó.

-"Martincito, en serio estás en Tingo? -dijo con ese dejo de la selva que me pone a hervir la sangre.
-No, la verdad es floro. Solo lo hice para emocionarte- mentalmente le guiñé un ojo.
-Eres malo. Yo que pensaba salir esta noche contigo. Iba a estar en mode chica fácil. - replicó coqueta y luego soltó una risita.
-Ya. Hoy a las ocho de la noche entonces. Yo también estoy en mode chico fácil.

No respondió en los siguientes cinco segundos. 

25/6/13

Las apariencias engañan (Final)

Cual ninja corrí y me oculté detrás de una pared. Ella se quedó inmóvil. En la misma posición que la había dejado. Floreó bonito a su hermano y él se fue. El camino hacia el tercer piso estaba lleno de obstáculos. Obstáculos de carne y hueso, porque en el último piso había un tipo que hablaba por teléfono e iba y venía. Nosotros ocultos una vez más, agachados solo esperábamos. Pero la espera desespera y para matar el estrés nos íbamos metiendo mano mientras el tipo le pedía perdón a su novia.

Finalmente se fue y entramos a un cuarto. Un cuarto calato. Era el cuarto de la empleada que se había ido de viaje a provincia. Ella se fue y regresó a los cinco minutos con una botella de vodka, hielo y un par de vasos. El vodka es mi criptonita. Lo descubrí muy temprano en la época del cole. Pero trago es trago y no se le hace ascos. Nos soplamos media botella mientras conversábamos. Para el momento en que comenzamos a besarnos yo ya la veía mucho más linda y más putona. Sin embargo, tenía cara de bebe y el niño malo dejó que el niño bueno se haga cargo. 

En el clímax de los besos y paleteadas, el niño bueno le preguntó algo tímido si hacía orales. Me miró durante cinco segundos haciéndome suponer que la había cagado preguntando eso. Luego dio una sonora carcajada que me obligó a taparle la boca. Me empujó a la cama y empezó a bajarme el cierre. Ya sabemos lo que pasó toda esa noche. Al día siguiente muy temprano, desperté intentando hacer el menor ruido posible para irme. Salí de la cama a buscar mi boxer y oh sorpresa, no estaba por ninguna parte. Ella tosió dos veces y me dijo "Estás buscando esto", con el boxer colgando de su dedo medio. No me dejó ir. Quería un mañanero. 

Luego de eso no supe de ella durante un mes. Volvimos a conversar. Esta vez la conversación no era coqueta o caliente. Fue más íntima. Nos dimos cuenta que no sabíamos mucho el uno del otro. Me preguntó mi edad. "Ah, yo 25". "Ah, yo 17", dijo ella. Me quedé mirando la pantalla con los dedos inmóviles sobre el teclado. 

17/5/13

La entrada al paraíso/infierno (Parte V)

Llegamos a una casa de tres pisos. El objetivo es llegar a la terraza. Para ello hay que atravesar escaleras, puertas, miradas y más. La recompensa: probar las mieles de la niña mala. Ella lo mira con complicidad y picardía. Abre la primera puerta. Una ventana grande con las cortinas cerradas le da tranquilidad al niño bueno. El niño malo está arrecho y no es buena idea soltarlo aún. Podría correr calato hasta la terraza en 34 segundos. Cargando en la espalda a la niña mala y gritando que hoy rompen el catre. Pero claro, existe el riesgo que su hermano, en el segundo piso los ampaye y el niño malo se quede sin tire y sin huevos. Lo mejor es que el miedo del niño malo haga el trabajo. Sigiloso. Precavido.

Un Honda Civic blanco sirve como trinchera y avanzan lentamente hacia la escalera externa que los lleva al segundo piso. Allí, agachada, el jean de la niña mala deja entrever una tanga roja y perversa. "Jalale la tanga webon", reclama el niño malo. El niño bueno, que por ende es quedado y bastante maricueca, prefiere mirar a otro lado, mientras siente que el boxer se le humedece. La niña mala se ha dado cuenta y saca más el culito a medida que avanza. Culito de cariño nada más. Porque lo cierto es que se ha desarrollado bastante bien. El niño malo agradece a las manos que la moldearon antes e insiste con lo de jalarle la tanga.

Llegan a las escaleras y ella hace que el niño bueno la agarre desde atrás y la tome por las caderas. Ya desde el colegio una enamoradita le decía que tenía manos matapasiones. Demasiado frías. Para la niña mala no es problema.

-Martin, tienes las manos heladitas -dice ella con tono maternal.
-Siempre las tengo así, sorry -dice él avergonzado.
-Espero que solo las manos las tengas frías - lanza la malísima.

Mientras dice esto último, ella decide calentar un poco las manos del niño bueno. Las toma fuerte y empieza a frotarlas contra sus bien ponderadas carnes posteriores. El niño malo toma control de la situación y se acerca a su oído para decir: "Ahora ya están más calentitas, siente" e introduce la mano derecha -con alguna dificultad- por debajo de su jean. Ella responde metiendo la mano debajo del polo del niño malo.

Siempre bastante imaginativo, soñador y pipiléptico, el niño malo le ha dejado de tarea a su cerebro buscar la pose que más se acomode para tirar en una escalera. Recurre a su archivo mental-caliente y recuerda un par de veces previas en que el amor lo sorprendió de subida.

Para que nadie se lastime las rodillas, parece ser que la mejor opción es el doggy style. Entre besos en el cuello y arrimadas de piano, su mano ha pasado de atrás hacia delante buscando indicios de humedad. La calentura siempre nubla, bloquea cualquier otro pensamiento para enfocarse en el objetivo. Solo un agente externo puede arrastrarte del marasmo a la realidad.

Escuchan una puerta abrirse.

-Me dijiste que tu hermano estaba en tu casa? -dice el niño bueno haciéndose la pichi mentalmente.


15/1/13

Disquisiciones mentales (Parte IV)

La última frase de ella ha escapado de sus labios tan velozmente que el niño bueno no ha tenido capacidad de reacción ni tiempo de asimilarlo. Para él, es demasiado regalo. Y aunque le pasa constantemente -no querer nada y conseguir todo-, aún no aprende a dar el siguiente paso. Felizmente para sus intereses, el niño malo siempre acude a su rescate y él no deja nada a medias. Y están ahí, sentados frente al mar en una oscura noche de verano con el viento fresco dándoles en la cara y la calentura guardada debajo de la ropa. Ella repite esta vez con mayor decisión "vamos a mi casa". En la frente se ha colocado el cartel de "hazme tuya" y el niño bueno, pánfilo, ingenuo y por qué no decirlo, cojudo, alcanza ver el cartelito en la frente, pero en su mente dice "hace frío, quiero ir a mi casa". Con un ánimo completamente desahuevante, el niño malo le aplica un lapo mental al niño bueno -sueña con el día en Trunks y Goten le enseñe a hacer la fusión. Solo ha sido un golpe. No ha decidido ponerse los chimpunes y entrar a la cancha. Hoy es el DT. Su púpilo es pésimo, lo sabe. Pero siempre, de una u otra manera, obtiene lo que el niño malo por sí solo no podría. Ellos se complementan y no podrían vivir el uno sin el otro. -Mira weboncio. Veo que no harás ni mierda. Así que te iré diciendo qué tienes que hacer si hoy te quieres levantar a esta malcriada -lanza el niño malo canchero. El plan está hecho. Mal. Esta niña buena es mala también. Ella hace los planes. Ella sabe lo que quiere. Esta noche el niño bueno será suyo.